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miércoles, 29 de mayo de 2013

Desazón


Desazón: Disgusto, pesadumbre, inquietud interior.

No se trata de buscarle tres o cinco pies al gato, pero esta persistencia del gobierno en la  inacción ante la crisis económica no hace otra cosa que producirme desazón.


Las últimas noticias nos avisan del crecimiento, durante el mes de abril, del porcentaje del déficit. Todas las medidas que tomó el ejecutivo, a las órdenes del coach Mariano Rajoy, con el negativo efecto sobre el empleo, la salud, la educación, el poder adquisitivo, el bienestar de los ciudadanos en definitiva,  perseguían reducirlo -el déficit- y generar empleo.

Aún habiéndonos creído que así sería, no soy de los desengañados pues jamás fui engañado, la prolongación de la crisis sin un claro horizonte de mejora hace necesario que desde Moncloa nos hablen de objetivos y plazos concretos para su cumplimiento. 

No veo que el Presidente del Gobierno, desde su comportamiento contemporizador con los problemas, aliado del dejar fluir de las cosas, que en el mejor de los casos acaban extinguiéndose por razón de su propia naturaleza, vaya a salir de su estado de letargo para cambiar el rumbo y ritmo de los acontecimientos. 

Le imagino un ferviente creyente en la Providencia, que tiene prefijado el ser y el futuro de las personas. Quien en este escenario logra progresar y triunfar lo hace de manera predestinada. Nada más fácil, desde esta perspectiva, que asumir el estar investido de poderes divinos y tener encomendada una misión que llevar a término: "...hago aquello que tengo que hacer...".

El resto de ciudadanos, que no hemos sido tocados por ese don, que no hemos recibido la llamada ni el encargo de misión alguna, hoy más vasallos que ciudadanos, debemos someternos ciegamente al dictado de nuestro adalid. Ay de aquel que ose cuestionar sus máximas y consignas: Será condenado a la invisibilidad, al olvido. Arrojado a la Gehenna.  

En este determinismo fatal no tienen cabida los conceptos de libertad, legalidad o fraternidad. Establecido el orden teocrático no queda más que someterse o morir. Eso sí, empobrecidos, humillados y estigmatizados por ello.

Alcémonos! Digamos, de manera rotunda, que somos libres y dueños de nuestro propio destino. Sólo así lograremos dejar el campo baldío de los sometidos para llegar a la  sazón de un futuro por nosotros construido.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Calma chicha.

Días sin línea. No por falta de eventos si no por saturación.
Me viene a la memoria la sensación de desasosiego que sentí, un mañana de calma chicha, embarcado en un llaut. La superficie del agua lisa, como un espejo, sin línea de horizonte, desorientado
Así, en esta vorágine mediática, me siento ahora: Sin horizonte. Aquella mañana el espejo de la mar sólo se veía alterado por el burbujeo ocasional de las medusas.
Hoy burbujeos de cambio, contenidos. ¿O la contención percibida lo es por haber superado el umbral de excitación?
En realidad soy testigo de una época de cambios. De un enfrentamiento, como en las mejores novelas épicas, de las fuerzas del bien y del mal.
División maniquea que me repatea. La naturaleza humana es mucho más compleja, y rica, que la adscripción unívoca de un individuo a un grupo.
La biodiversidad nos ha provisto de tantos rasgos que resulta difícil hallar dos seres de esta singular especie idénticos.
La consciencia, su problemática aparición y su mistérica finalidad, nos permite pensarnos a nosotros mismos como un yo, pero, más allá de esa introspección, nos faculta para mirar y reconocer a otro yo.
Quizás el reconocimiento del otro precedió al del propio yo.
Es el momento de reconocernos como seres sociales e interrelacionar como tales.
Fuimos hechos para agradar a los demás pero, tal vez más importante, para satisfacer a los demás.
Difícil equilibrio. Crezcamos juntos. Sin cuchilladas traperas. Alimentando la norma que previene y evita la rotura de los individuos y el grupo. Lo que tantas veces he nombrado ya: La homeostasis sociocultural, inscrita en nuestra epigenética, que nos permite avanzar a pesar de la incertidumbre.